Cómo un ERP modular impulsa la transformación digital en Chile
Un ERP modular puede impulsar la transformación digital de tu empresa en Chile, mejorando eficiencia, control y trazabilidad en áreas críticas.
La cultura de datos en empresas chilenas es clave para la eficiencia y competitividad. Aprende cómo implementarla y superar barreras comunes.
Las empresas en nuestro país, especialmente aquellas en proceso de crecimiento o consolidación, están rodeadas de datos: cifras de ventas, flujos de caja, tiempos operacionales, tasas de rotación, métricas de desempeño, entre otras. Sin embargo, muchas veces estos datos permanecen guardados, desordenados o son simplemente ignorados.
En los últimos años, el concepto de empresa data-driven ha ganado cada vez más protagonismo. Pero más allá de este discurso y de los nuevos términos que abundan en el ambiente y que suenan cada vez más en la conversación, ¿realmente las empresas están tomando decisiones basadas en información confiable y oportuna? ¿O siguen funcionando por intuición, experiencia o costumbre?
La cultura de datos no es una tendencia de moda: es un cambio profundo en la forma en que las organizaciones operan, miden, planifican y toman decisiones. Y en un contexto económico desafiante como el que vivimos, donde la eficiencia y la agilidad son la única forma de ser competitivos, los datos y su entendimiento se convierte en una necesidad estratégica urgente.
Una cultura de datos va mucho más allá de tener acceso a reportes o implementar herramientas tecnológicas. Se trata de una transformación cultural que abarca a todas las áreas de la empresa y que impulsa a tomar decisiones basadas en la evidencia, no en suposiciones.
En una organización con cultura de datos, las reuniones no pueden estar basadas en opiniones personales, sino en las métricas claras y compartidas. Cada área conoce cuáles son sus indicadores clave de desempeño (KPIs) y los monitorea constantemente. Las decisiones importantes no se postergan por falta de información: los datos están disponibles, actualizados y son confiables. Más aún, las personas no solo acceden a dashboards, sino que saben interpretarlos y actuar en consecuencia.
Esto implica un cambio de mentalidad: dejar atrás la intuición como principal motor de decisión, y reemplazarla por información concreta. Significa también generar hábitos nuevos, como revisar datos al inicio de cada jornada, establecer metas cuantificables y evaluar resultados con base en evidencias.
Las medianas y grandes empresas están enfrentando una tormenta perfecta: aumento de costos operacionales, mayor presión regulatoria, incertidumbre económica y una competencia cada vez más digitalizada. Por todos esos factores, tomar decisiones equivocadas o con información incompleta puede salir muy caro.
La eficiencia ya no es opcional. Las empresas necesitan hacer más con menos, identificar cuellos de botella, optimizar recursos y evitar gastos innecesarios. Y para eso, no basta con buenas intenciones: se requiere evidencia.
La agilidad también se convierte en una ventaja competitiva crítica. En un mercado en constante cambio, gana quien decide rápido, ajusta estrategias a tiempo y tiene visibilidad sobre su operación en tiempo real. Las decisiones tardías o reactivas suelen costar caro.
Por otro lado, los nuevos liderazgos lo exigen. Las generaciones más jóvenes, tanto en cargos de liderazgo como en equipos operativos, esperan trabajar en organizaciones modernas, orientadas a resultados y con claridad de propósito. Para ellos, trabajar con datos no es un lujo: es un estándar.
Finalmente, la transformación digital sin cultura de datos es un espejismo. Automatizar procesos sin entender ni medir los datos es como manejar con los ojos cerrados: se puede avanzar, pero con alto riesgo.
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Aunque muchas empresas reconocen la importancia de trabajar con datos, hay obstáculos culturales, estructurales y tecnológicos que dificultan el avance.
Uno de los principales problemas son los silos de información. Muchas áreas trabajan con sus propios sistemas, planillas o reportes que no están integrados. Esto impide tener una visión global y dificulta la colaboración.
Otro obstáculo común es la dependencia excesiva de Excel o de reportes manuales. Si bien son herramientas conocidas, muchas veces generan duplicidad de trabajo, errores y demoras en la entrega de información. Además, no siempre son fáciles de interpretar para todo el equipo.
La falta de confianza en los datos también es una barrera relevante. Cuando la información está desactualizada, incompleta o tiene inconsistencias, los equipos simplemente dejan de usarla. Se vuelve un adorno en vez de una herramienta real.
A esto se suma la falta de formación. No todos saben interpretar indicadores, entender gráficos o analizar tendencias. Y si las personas no comprenden los datos, difícilmente los usarán.
Finalmente, existe una resistencia natural al cambio, especialmente en cargos directivos que están acostumbrados a decidir por experiencia. Cambiar esa mentalidad requiere tiempo, pero también convicción y liderazgo.
Adoptar una cultura de datos no requiere grandes inversiones iniciales. Se trata de dar pasos concretos y sostenibles que impulsen una nueva forma de operar.
Antes de avanzar, es fundamental entender dónde está parada la empresa. ¿Dónde están nuestros datos? ¿Quién los gestiona? ¿Son confiables? ¿Se usan realmente para tomar decisiones? Este diagnóstico permite visibilizar brechas y priorizar acciones.
La información no puede estar restringida solo a gerencias o cargos técnicos. Cada equipo debe tener acceso a los indicadores que necesita para gestionar mejor su trabajo. Esto no solo mejora la autonomía, sino también el compromiso.
Por ejemplo, el equipo de operaciones puede visualizar en tiempo real los tiempos de entrega. El área comercial puede hacer seguimiento a sus tasas de conversión. RR.HH. puede monitorear la rotación del personal o los niveles de ausentismo. Cuando cada quien tiene visibilidad de sus datos, es más fácil mejorar.
Una cultura de datos se construye educando. Es necesario que las personas sepan leer un gráfico, interpretar una métrica, cuestionar una tendencia. Esto no requiere ser científico de datos, sino contar con habilidades básicas para tomar decisiones informadas.
Capacitaciones breves, mentorías internas o espacios de análisis compartido pueden marcar la diferencia. Lo importante es que todos comprendan para qué sirven los datos y cómo pueden mejorar su trabajo.
Los datos deben dejar de ser un anexo para convertirse en parte central de la gestión. Reuniones que parten revisando KPIs, objetivos que se definen con números claros, decisiones que se validan con evidencia. Todo esto fortalece la cultura.
Un buen indicador de avance es cuando los colaboradores empiezan a hacer preguntas como “¿Cuál es el dato que respalda esto?” o “¿Cómo impactó esto en nuestros indicadores?”. Ahí es cuando la cultura se internaliza.
La tecnología debe ser una facilitadora, no una barrera. Por eso, es importante contar con soluciones que integren los datos, sean fáciles de usar y permitan obtener información en tiempo real.
Herramientas como Informat ERP, por ejemplo, permiten centralizar la información de distintas áreas, generar reportes automáticos y visualizar indicadores clave desde cualquier lugar. Esto simplifica la gestión y acelera la toma de decisiones.
Un equipo comercial con cultura de datos no solo se preocupa por vender, sino por entender dónde está vendiendo mejor, a quién, en qué momento y con qué rentabilidad. Analiza tasas de conversión, identifica canales más efectivos, ajusta sus estrategias según la información disponible.
El área financiera no espera al cierre mensual para actuar. Con una cultura de datos, monitorea flujos de caja en tiempo real, anticipa desviaciones presupuestarias, genera proyecciones con base en escenarios y mejora su rol estratégico dentro de la organización.
La eficiencia operativa se construye midiendo. Una empresa que analiza sus procesos puede detectar cuellos de botella, reducir tiempos improductivos y mejorar la calidad. Los datos permiten tomar decisiones que impactan directamente en la productividad.
El talento también se gestiona con datos. Indicadores como la rotación, el ausentismo, el cumplimiento de objetivos individuales o la satisfacción laboral ayudan a anticipar problemas, retener talento y construir una cultura organizacional más saludable.
Ignorar los datos tiene consecuencias, aunque no siempre sean evidentes al inicio. Algunas organizaciones siguen funcionando sin usar información, pero lo hacen de forma más lenta, más costosa y con mayor exposición al error.
Decidir por intuición puede funcionar en contextos estables, pero en entornos complejos y cambiantes, se vuelve riesgoso. La falta de datos también genera dependencia de personas clave que “tienen la película clara”, pero cuya salida puede dejar a la organización sin rumbo.
Además, las empresas sin cultura de datos tienen menos capacidad de escalar. Es difícil expandirse si no hay claridad sobre costos, eficiencia o desempeño. La falta de información también dificulta cumplir con regulaciones, responder a auditorías o atraer inversión.
En cambio, una empresa con cultura de datos actúa con agilidad, toma decisiones con confianza y se adapta rápidamente a los cambios.
¿Quieres saber más sobre la analíticas de datos? Te dejamos nuestro artículo completo sobre el tema: La importancia de la analítica de datos en la toma de decisiones.
Construir una cultura de datos no es un lujo ni una tendencia pasajera. Es una necesidad real en un entorno competitivo, donde las decisiones deben ser rápidas, informadas y efectivas.
Este cambio no ocurre de un día para otro, pero tampoco es inalcanzable. Se empieza por lo simple: visibilizar los datos, formar a los equipos, integrar indicadores en la gestión diaria y usar tecnología que facilite el proceso.
Las empresas que logran este cambio no solo mejoran su eficiencia, sino que se vuelven más resilientes, más ágiles y más preparadas para crecer.
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